La energía sexual, al ser esa fuerza primaria ligada a lo intrínseco de la materia, es una fuerza poderosísima. Es en realidad la fuerza de Dios, del Espíritu en la materia. El Yoga y el Tantra han intentado siempre, utilizando variados medios, despertar esa fuerza que permanece latente en nosotros. Es lo que se ha llamado la energía Kundalini, o la serpiente que permanece enroscada en el primer chakra, en la base de la columna y que normalmente en la mayoría de las personas irradia sólo hacia los tres primeros chakras. Cuando esa fuerza despierta en nosotros, despierta el poder de Dios, del Espíritu en la materia. El cielo se une a la tierra. Podemos comprobar en nuestra relaciones amorosas la fuerza de esa energía de la sexualidad. Cuando dos cuerpos se juntan y cuando se unen sexualmente, la energía producida es tal que hace elevar la vibración de todas las células del cuerpo. Todo el organismo se ve afectado y envuelto en esa alta vibración que se genera. Cuando aprendemos a encauzar adecuadamente toda esa energía, podemos dirigirla de una forma creativa hacia lo que nos rodea y hacia nosotros mismos. Podemos utilizarla para rejuvenecer y curar el cuerpo, podemos utilizarla para proyectarla sobre el mundo y sobre nuestra propia vida. Esa elevada energía que se produce en el acto sexual, está afectando no sólo a nosotros mismos, sino a todo el universo. De ahí que sea tan importante la intención presente en nosotros cuando esa energía se pone en funcionamiento, ya sea en el orgasmo o en el simple contacto, en la mirada, en la propia respiración. Si nuestra intención es caótica, teñida de emocionalidad, de miedo, de lucha o de dolor, lo que se trasladará al mundo es caos, miedo, lucha o dolor. Si nuestra intención es pura, ligada a la paz, al amor y a la unión con todo, eso es lo que reflejaremos en el mundo. La energía sexual es una fuerza poderosísima capaz de multiplicar por mucho el efecto de nuestros pensamientos y emociones.

 

 

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