Preguntas y Respuestas UCDM (1-21)

 

 


El siguiente texto corresponde a la traducción de las Preguntas y Respuestas (en inglés) del sitio de la Fundación para Un Curso en Milagros

#1
P: Parece que en algún punto todas las teologías convergen y, dejando atrás sus formas distintas, llegan a la Verdad pura. Tengo dificultad con eso porque significa que las formas Cristianas del Curso son prescindibles y provisionales. Al saber eso, a veces pierdo la paciencia con el antropomorfismo constante del texto, y quisiera que fuera más directo. Huelga decir que eso impide mi progreso personal, pero, curiosamente, no afecta mi reverencia. En su experiencia, ¿es eso un fenómeno común? ¿Pasará con el tiempo? ¿Será una estrategia del ego? ¿Cómo debo manejarlo?

R: El contexto Cristiano del Curso ha sido un problema para los estudiantes desde el principio, y muchos han planteado la misma pregunta que tú. Reformulemos y ampliemos tu pregunta un poco: ¿Por qué un mensaje universal vendrá en un marco tan específico y religioso, lo cual acaso no engendra inevitablemente mayor separación, a la vez que niega la universalidad de esa religión específica?

Efectivamente, el lenguaje Cristiano de Un Curso en Milagros, por no decir la presencia de Jesús a través del libro, puede presentar un gran desafío para muchos estudiantes.
Si su ego está buscando una manera de invalidar el material, u obstaculizar el aprendizaje, Jesús y el Cristianismo servirán de aliados en esta batalla contra la verdad.. En cambio, el pedir la ayuda del Espíritu Santo nos presenta otra oportunidad de aprender con alegría a perdonar nuestro afán de ser especiales.

Sin querer limitar Un Curso en Milagros a un grupo cultural en particular, es cierto que, por lo general, va dirigido a un público Occidental. Su lenguaje, sus expresiones culturales, y sus elementos de Freud, Platón y Shakespeare, son conocidos por lectores provenientes de la tradición Occidental. Ciertamente se puede decir que durante los últimos 2000 años el mundo Occidental se ha visto marcado por el Cristianismo más que por cualquier otro movimiento, siendo Jesús su mayor protagonista como símbolo del amor de Dios o como símbolo del amor especial (y odio especial) del ego. Por lo tanto, no puede haber ningún estudiante de Occidente, ya sea Cristiano, Judío, agnóstico, o ateo, que en alguna forma no haya sido afectado por Jesús o por las religiones que llevan su nombre. Por eso el marco Cristiano de Un Curso en Milagros ofrece una oportunidad para que el estudiante practique el perdón de sus experiencias pasadas.
Al final, por supuesto, todos los símbolos específicos desaparecen en la Unidad de Dios. Pero hasta que llegue ese día, necesitamos dar pequeños pasos perdonando lo específico hasta llegar a la realidad no-dualista que se encuentra más allá de todo concepto dualista y de todo símbolo. Como dice el Libro de ejercicios: "Dios Mismo dará este paso final. No te niegues a dar los pequeños pasos que te pide para que puedas llegar hasta Él” (L.193.13:6,7). Así pues, los antropomorfismos Cristianos reflejan nuestro punto de vista antropomórfico de nosotros mismos, puesto que en verdad no somos cuerpos ni personas específicas, sino pensamientos en la mente. Sin embargo, mientras nos identifiquemos con la persona específica cuya imagen vemos cada mañana en el espejo, necesitamos un currículum de aprendizaje que utilice símbolos que correspondan a la condición en la que creemos estar (T.25.I.7:4). El Cristianismo nos proporciona tales símbolos por lo cual debemos estar agradecidos.

#2
P: Empecé a estudiar Un Curso en Milagros hace poco y echo de menos los ritos que practicaba en mi formación religiosa. ¿Habrá alguno que un estudiante pueda practicar sin traicionar las enseñanzas del Curso?

R: Es cierto que no hay ritos asociados con Un Curso en Milagros, puesto que se centra únicamente en el cambio de mentalidad y no en el comportamiento. Sin embargo, no es “malo” que el estudiante practique lo que le ayude en su progreso espiritual mientras estudie el Curso. El currículum del Curso enseña muy pocos deberes y ofrece muy pocas advertencias. Como nos dice el Manual:“El programa de estudios es sumamente individualizado” (M.29.2:6). Por lo tanto el estudiante haría bien en dejarse guiar por el Espíritu Santo.

La única precaución sería no permitir que el rito sea un sustituto del trabajo interior. Como dice Jesús en el Libro de ejercicios: “Los ritos no son nuestro objetivo, impedirían el logro de nuestra meta” (L.pI.rp.III.in.2:4).; y en el Manual: “Las rutinas, como tales, son peligrosas porque se pueden convertir fácilmente en dioses por derecho propio y amenazar los mismos objetivos para las que fueron establecidas” (M.16.2:5).

Nuestro objetivo no es hacer un rito de las sesiones de práctica, pues ello impediría el logro de nuestra meta.(L.pI.rp.III.in.2:4)

#3
P: En mi trabajo lo que distingue un trabajo profesional de un trabajo inexperto es la precisión y el grado de atención al detalle. Sin embargo, varios estudiantes del Curso me han dicho que, al fin y al cabo, mi trabajo no es importante, y que debería dejar de prestarle tanta atención a la calidad del producto. Eso me confunde. Por favor, ¿Podría ayudarme a entender lo que no estoy captando?

R: Lo que tu no estás captando es, que algunos estudiantes padecen de lo que llamamos “confusión de niveles”. Este error común consiste en confundir las enseñanzas metafísicas de Un Curso en Milagros (primer nivel), con la parte del Curso que trata solamente el sueño ilusorio (segundo nivel). En tu pregunta el primer nivel se expresa en la frase “al fin y al cabo,” es decir “Nada irreal existe” (T.in.2:3), y el segundo nivel se expresa en tí y tu trabajo, es decir, un cuerpo que vive en un mundo controlado por evaluaciones entre lo bueno y lo malo. Mientras te creas que estás en este mundo, es importante que hagas lo mejor que puedas en todos los roles que ha escogido. Tus roles específicos constituyen el aula donde el Espíritu Santo puede enseñarte el perdón. Sin lo especifico, nunca podríamos llegar al Único Que está más allá del mundo por completo. De todas maneras, es un alivio saber que, a fin de cuentas, el trabajo que realices no tiene importancia. Lo que sí importa es con quién lo haces. Sabrás con quién has trabajado según cómo se sientas en paz o en conflicto.

#4
P: Después de leer su artículo “El 11 de septiembre y las repercusiones” (The Lighthouse, diciembre 2001), me pregunto: ¿Será posible que un estudiante de Un Curso en Milagros pueda hacerle la guerra a los terroristas, y estar en el campo de batalla con Jesús en vez de con el ego?

R: En principio, sí lo es, puesto que Un Curso en Milagros no es un curso que enseña cómo comportarse, sino cómo cambiar la forma de pensar o, mejor dicho; cambiar con quién pensar. Pensar lo contrario significa que puede haber una situación que el Espíritu Santo o Jesús no pueda utilizar para enseñarnos el perdón.

Puesto que para crear un campo de batalla se requieren dos personas, cada una identificada con el ego, basta que una de las dos elija pensar con Jesús para eliminar el campo de batalla. En ese momento, uno ya no estaría haciendo la guerra, sino “[fijando] los límites de [la] capacidad para crear falsamente” (T.2.III.3:3). Como dice el artículo: “Hay una manera de parar la agresión, sea bien en el nivel individual o en el nivel mundial, que puede ser firme y decidida y, no obstante bondadosa”. Esta manera es uniéndonos con Jesús. Con él a nuestro lado, vemos que los terroristas no son malos, sino miedosos. Al reconocer que claman por ayuda y amor, podríamos actuar o abstenernos de actuar según la dirección del amor de Jesús.

#5
P: ¿Por qué el lenguaje del Curso tiene que limitarse a la forma masculina? Hasta ahora no he encontrado ni una sola referencia a 50% de los seres humanos. ¿Acaso las mujeres son una mera ilusión? Siento cariño por el Curso, pero me molesta el lenguaje masculino.

R: Esta pregunta es similar a la pregunta #10 que se encuentra en el libro publicado por la Fundación, “Las preguntas más comunes sobre Un Curso en Milagros,” por Gloria y Kenneth Wapnick. A continuación presentamos la respuesta del libro un tanto modificada: Jesús no practica el arte de lo “políticamente correcto”. Su Curso está escrito conforme a la tradición Judeo-Cristiana dominada por el género masculino, y utiliza el lenguaje patriarcal de la Biblia, sobre el cual se basa esta tradición. Por lo tanto, el Curso expresa esta cultura religiosa al utilizar términos exclusivamente masculinos. Jesús mismo se refiere al uso del lenguaje del ego:

“Este curso opera dentro del marco de referencia del ego, pues ahí es donde se necesita…se vale de palabras, las cuales son simbólicas y no pueden expresar lo que se encuentra más allá de todo símbolo” (C.in.3:1,3).

Queda claro, pues, que debemos entender el significado del uso del lenguaje masculino en el Curso a otro nivel. Si bien la forma de las palabras del Curso es de la tradición Occidental que tiene 2500 años, su contenido es completamente lo contrario de esta tradición, lo cual es un buen ejemplo de un principio expresado dos veces en el texto: el Espíritu Santo no nos quita nuestras relaciones especiales (la forma), sino que las transforma (al cambiar su propósito—el contenido) (T.17.IV.2:3,4,5,6; T.18.II.6). Por lo tanto, al tomar conciencia de los pensamientos de juicio inconscientes que el lenguaje “sexista” del Curso hizo aflorar, el lector tiene una oportunidad maravillosa de practicar el perdón, pidiendo la ayuda del Espíritu Santo para ver esos juicios de manera diferente. Así pues, una relación de odio especial (o amor especial) con las autoridades patriarcales-- ya sean religiosas o seglares--se transforma en una relación santa. Y así la relación tendrá el propósito de perdonar en vez de juzgar y atacar.

Del mismo modo, podemos entender el uso que el Curso da al término Hijo de Dios. Durante dos mil años la teología Cristiana ha utilizado este término únicamente para referirse a Jesús, el Hijo del Dios bíblico y la Segunda Persona de la Trinidad. San Pablo enfatizó todavía más lo especial que era Jesús al relegar el resto de la humanidad a la condición de “hijos adoptivos” de Dios (Gálatas 4:4). En el Curso Jesús utiliza ese mismo término, que hasta ahora excluyó a todos menos a El, para realzar el mensaje de que él es igual a nosotros. Ahora el término se refiere a todo el mundo: los hijos de Dios que aún se identifican con el cuerpo, separados de su Fuente y, por lo tanto, distinto a Él; e incluso más específicamente, el término Hijo de Dios se refiere, sin la más mínima distinción de género, a los estudiantes que leen y estudian Un Curso en Milagros.

El término se utiliza así intencionalmente para ayudar a corregir 2000 años de lo que Un Curso en Milagros considera la distorsión del mensaje básico de Jesús, y la distorsión de la perfecta igualdad y unidad del Hijo de Dios. Por eso, en el Curso, Jesús no se distingue de los demás en realidad (aunque en el tiempo sí es diferente de nosotros). Por lo tanto, el mismo término—Hijo de Dios—que antes se refería únicamente a Jesús ahora se refiere a todos nosotros. Una vez más, vemos cómo se usa el término con la misma forma que en el Cristianismo tradicional, pero con un contenido completamente diferente.

Reinterpretar el término Hijo de Dios de un uso exclusivo a un uso totalmente inclusivo es esencial para el sistema de pensamiento del Curso. Y dado el motivo de Jesús en utilizar este término, los estudiantes—hombres y mujeres por igual—no deben caer en la tentación de cambiar el lenguaje “ofensivo” del Curso. Aunque es entendible querer hacerlo, sería socavar uno de los propósitos pedagógicos de Jesús. En consonancia con las enseñanzas de Un Curso en Milagros sería mejor dejar la forma tal cual y cambiar de mentalidad. Añadimos, pues, a nuestra respuesta, una paráfrasis de la famosa línea del texto: No trates, por lo tanto, de cambiar el Curso, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él (T.21.in.1:7). Por lo tanto, puesto que la forma del Curso no cambiará, los estudiantes harían bien en utilizar sus reacciones en la forma para aprender a perdonar, no sólo a Jesús, a Helen, o a Un Curso en Milagros mismo, sino también a todos los que, según su percepción, en el pasado o el presente los hayan tratados a ellos o a otros en forma injusta.

Un punto final sobre el lenguaje masculino del Curso: la gramática inglesa indica que el pronombre para referirse a un sustantivo neutro como “uno” o “persona” lleva la forma masculina “el.” [Al igual que en español se usa el pronombre masculino “los” para referirse a un conjunto de sujetos masculinos y femeninos.] Claramente, puesto que una de las enseñanzas centrales de Un Curso en Milagros es que no somos cuerpos, el asunto es simplemente cuestión de forma o estilo.

#6
P: Puede Ud por favor explicar cómo y por qué Un Curso en Milagros no es igual a ningún otro camino espiritual. He estudiado otras enseñanzas no-dualistas, pero siempre acabo por volver al estudio del Curso.

R: Primero, no-dualista quiere decir que Un Curso en Milagros no reconoce más que una sola dimensión de la realidad; es decir, el espíritu y la condición de unidad perfecta, lo que en el Curso sería el ámbito del conocimiento. Todo lo demás--el mundo dualista de separación y percepción, de forma y materia, de pensamientos y conceptos--es una ilusión y, por lo tanto, no existe.

Esta enseñanza no-dualista se encuentra en el nivel más alto del Hinduismo y del Budismo, pero es poco común en las enseñanzas Occidentales. Lo que distingue a Un Curso en Milagros como sistema espiritual único entre otros—tanto antiguos como modernos—es la integración de la metafísica no-dualista y la psicología sofisticada, basada mayormente en los principios de Freud y sus seguidores. Eso significa que el Curso enseña que el mundo es una ilusión, tan sólo un sueño fuera de la Mente de Dios y, al mismo tiempo, nos exhorta a practicar las lecciones diarias de perdón, prestando mucha atención a las experiencias cotidianas que aquí se nos presenten. La clave de esta integración es la importancia que el Curso da al propósito que motiva todas nuestras decisiones. La introducción de esta idea es lo que diferencia a Un Curso en Milagros de otras enseñanzas espirituales. El Curso enseña que el mundo no sólo es una ilusión, sino una ilusión con un propósito; el propósito de hacer un mundo de cuerpos empeñados en atender y resolver los millones de problemas físicos y psicológicos que se nos presentan diariamente. De este modo la mente, la verdadera causa de nuestros problemas, se mantiene fuera de la conciencia.

Además, Un Curso en Milagros es único entre las espiritualidades porque exige que miremos al ego—la oscuridad—para sobrepasar esta oscuridad y llegar a la luz. Su énfasis, por lo tanto, no se centra en la verdad, sino en quitar la oscuridad causada por la culpa, el temor, y el ataque del sistema de pensamiento del ego, y así permitir que brille la luz de la verdad. Como Jesús nos enseña en un pasaje representativo:“Tu tarea no es ir en busca del amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has levantado contra él. No es necesario que busques lo que es verdad, pero sí es necesario que busques todo lo que es falso” (T.16.IV.6:1,2).

#7
P: ¿Cómo se perdona uno a sí mismo? Tengo un amigo por correspondencia que hace poco empezó a estudiar Un Curso en Milagros. Está encarcelado por agredir a su compañera. Dice que está aprendiendo a perdonar a los demás, pero no a sí mismo. Siente coraje y vergüenza por haber causado daño a su compañera. Veo que sus acciones expresan su “súplica de amor”; no son un pecado que haya que castigar, sino un error que hay que corregir. Sin duda él fue una víctima que se convirtió en victimario, y continuamente revive su experiencia pasada. Le diría que debe soltarla: “Hermano mio, elige de nuevo” (T.31.VIII.3:2). Pero, ¿me lo diría a mí mismo? Gran parte de mi vida he padecido de depresión y los sentimientos de culpa me son muy conocidos. Me siento agobiado por las acusaciones del ego cuando cometo un solo error. Veo cuando proyecto mi culpa sobre los demás, y sé que de nada sirve culparme y acusarme a mí mismo cuando juzgo a los demás. Si realmente yo le causara daño a otra persona de alguna manera ¿podría reconciliarme y luego olvidarlo? No creo que el ego me libraría tan fácilmente. Parece que tengo que sufrir durante algún tiempo fijado por el ego antes de poder liberarme yo mismo de la culpa. Sé que debe haber “otra manera”. ¿Por qué puedo ser bondadoso con los demás, pero soy cruel conmigo mismo? Para colmo, en mis adicciones busco aliviar el sufrimiento causado por la culpabilidad, para luego sentirme más culpable por haber cedido a la adicción. Necesito una salida. ¿Podemos proyectar la culpa tanto sobre nosotros mismos como sobre los demás? Sé que llegaré a comprender por qué no me quiero a mí mismo y por qué a veces incluso llego a odiarme. Todavía estoy aprendiendo. Es irónico que mi amigo esté en la prisión intentando perdonarse a sí mismo, mientras yo estoy en mi propia prisión intentando hacer lo mismo.

R: Ciertamente parecería que a medida que aprendemos a liberar a los demás de las proyecciones de nuestra culpa, sentimos que recae sobre nosotros mismos. Jesús nos dice: “Las fases iniciales de esta inversión son con frecuencia bastante dolorosas, pues al dejar de echarle la culpa a lo que se encuentra afuera, existe una marcada tendencia a albergarla adentro” (T.11.IV.4:5). Pero añade: “Al principio es difícil darse cuenta de que esto es exactamente lo mismo, pues no hay diferencia entre lo que se encuentra adentro y lo que se encuentra afuera” (4:6), y después,“Por eso la culpa tiene que ser des-hecha, no verse en otra parte” (5:3). ¿Cómo hacemos eso?

La pregunta que postulas “¿Cómo se perdona uno a sí mismo?” es una buena pregunta, pero no es la indicada. Puesto que nos identificamos tan profundamente con el ego, no podemos perdonarnos a nosotros mismos; al menos no por nuestra cuenta. Por eso necesitamos a Jesús o al Espíritu Santo, o cualquier símbolo de amor y aceptación, libre de juicio, que sea de nuestra preferencia, para que mire nuestros “pecados” con nosotros.
Necesitamos a alguien que no comparta nuestro sistema de pensamiento basado en la culpa, a alguien que sepa la verdad de quiénes somos, y a quien podamos entregar nuestra culpa, una vez que la hayamos descubierto y que hayamos reconocido su propósito y su costo. Creemos que somos cuerpos capaces de herir y ser heridos. Jesús sabe que somos espíritu, el Hijo de Dios libre de culpabilidad e incapaz de atacar. Nosotros no lo creemos y, de hecho, no queremos creerlo, porque preferimos que la separación y nuestra individualidad sean reales. Por eso el proceso de perdonar requiere que nos unamos con alguien o algo fuera de nosotros, como Jesús, que sepa que la separación y el ataque no son reales. Solos no somos capaces de este reconocimiento.

El ego, como a tí mismo te consta, nos dice que tenemos que expiar nuestros pecados mediante sufrimiento y sacrificio. Pero eso refuerza nuestra creencia de que la culpa es real y Dios es un Dios castigador en pos de venganza por nuestros pecados muy reales. Todos nuestros intentos de liberarnos mediante la expiación son formas de magia que no solucionan el verdadero problema en la mente. Debemos entender que el problema no es la culpa que creemos sentir por nuestras transgresiones aquí en el mundo. Esos “pecados” son distracciones intencionales que cumplen el propósito de mantener nuestra atención enfocada aquí en el mundo, buscando soluciones mágicas para liberarnos de la culpa (reparando el daño) o para evitar sentir la culpa (cediendo a la adicción). Pero esas soluciones nos impiden mirar más a fondo en la mente que es la verdadera fuente de nuestro dolor y nuestra culpa (y la de todos los demás)—la creencia de que no solamente nos hemos separado de nuestra amorosa Fuente, sino que hemos querido matarlo a él, destruir el Amor, y ser independientes. Sin embargo, si podemos unirnos con un reflejo de ese Amor, como Jesús o el Espíritu Santo, y mirar nuestras acusaciones contra nosotros mismos con su presencia amorosa a nuestro lado, pues, a cierto nivel tendremos que reconocer que no hemos destruido el amor. En ese reconocimiento el perdón verdadero—por lo que nunca ocurrió—es posible, se disuelve toda culpa y nos libera de nuestra prisión autoimpuesta. Entonces cualquier acción o comportamiento que fuera necesario para resolver o sanar nuestras supuestas transgresiones contra los demás, simplemente fluiría a través nuestro.

#8
P: Cuando intentamos mirar al ego, ¿debemos mirar los problemas del mundo sin juzgar, o sólo debemos darnos cuenta de que elegimos al ego? ¿O es lo mismo?

R: Tus preguntas suponen que se puede elegir al ego y mirar sin juzgar, lo cual sólo es posible en el estado de negación. Debido a tu error fundamental de creer que la separación es real, el ego no sabe más que juzgar. Se trata de vivir prestando atención a lo que piensas y sientes. Si notas que estas sintiendo coraje, miedo, alegría, etc., a causa de problemas en el mundo, ya sean personales o generales, reconoce que has elegido al ego. Este reconocimiento es lo que entendemos por “mirar”. Mira lo que el ego escoge con Jesús a tu lado, o sea sin juzgar, como lo dice la siguiente cita:

No llames pecado a esa proyección sino locura, pues eso es lo que fue y lo que sigue siendo. Tampoco la revistas de culpabilidad, pues la culpabilidad implica que realmente ocurrió. Pero sobre todo, no le tengas miedo” (T.18.I.6:7, 8, 9).

Al recordar que el ego es una elección, simplemente reconoce la elección que has hecho, pero sin entregarle el poder de quitarte la paz.

#9
P: Si el ego destruye el amor como destruyó a Jesús y su mensaje, ¿por qué no ha atacado a la Madre Teresa si ella está extendiendo amor?

R: El ego no puede “destruir” el amor, aunque parece atacar los símbolos de amor en el mundo (Jesús y su mensaje). A pesar de los ataques contra su mensaje verdadero, ni su amor ni su mensaje han sido destruidos. Los ataques del ego no tienen ningún efecto sobre el contenido de amor. La extensión de amor a través de la Madre Teresa (o de quien sea) se mantiene invulnerable al ataque; no importa si a nivel de la forma, ella fue atacada. o no. De hecho durante su vida la forma de su amor sí fue criticada. La teología y las creencias que la inspiraron también fueron criticados. Sin embargo, nada de eso tuvo ningún efecto sobre el contenido amoroso de su trabajo o su mensaje. Como nos dice Un Curso en Milagros: “¡Cuán débil es el miedo! ¡Cuán ínfimo e insensato! ¡Cuán insignificante ante la silenciosa fortaleza de aquellos a quienes el amor ha unido! Tal es tu “enemigo”: un ratoncillo asustado que pretende enfrentarse al universo. ¿Qué probabilidades tiene de ganar? ¿Sería acaso difícil ignorar sus débiles chillidos que pregonan su omnipotencia y quieren ahogar el himno de alabanza al Creador que perpetuamente y cual una sola voz entonan todos los corazones del universo” (T.22.V.4:1, 2, 3, 4, 5, 6)?

#10
Hemos recibido varias preguntas sobre el tema del origen del ego, algunas de los cuales enumeramos a continuación:

i Si el Cielo y el Amor de Dios eran completamente satisfactorios, ¿por qué el Hijo eligió soñar que los dejó?

ii Si Dios es perfecto y unificado y tiene un Hijo perfecto y unificado, ¿cómo pudo haber surgido un pensamiento de separación y división en su mente?

iii Una vez que se acepta la Expiación, ¿cómo sabemos que no se elegirá de nuevo al ego?

iv ¿Cómo lograr “la experiencia” que según el Curso resolverá la paradoja del del ego?

R: Los puntos i, ii, iii son declaraciones hechas por una mente dirigida por el ego y expresan lo siguiente:

“Sé que el ego es real y ahora quiero que me explique cómo ocurrió y cómo sabe que no ocurrirá otra vez”.

La pregunta “¿cómo ocurrió el ego?” en todas sus distintas modalidades es, sin duda, la pregunta más frecuente entre los estudiantes de Un Curso en Milagros. Es natural que el ego quiera saber de dónde vino; igual que un niño les pregunta a sus padres de dónde vino. El problema radica en que el ego en sí no es natural. El Curso enseña que en realidad el ego nunca ocurrió. Por consecuencia, ¿cómo podríamos encontrar una respuesta intelectualmente satisfactoria sobre el origen del ego en las enseñanzas del Curso? Los que preguntan cómo pudo haber ocurrido lo imposible se creen seres separados e individuales, y quien responda a la pregunta tendrá que estar de acuerdo en que efectivamente ocurrió la separación. Además, si ocurrió una vez, puede ocurrir ad infinitum y, en cierto modo, así es. Día tras día se nos presenta la oportunidad de elegir entre la identidad del ego y la del Hijo de Dios. Por lo tanto, preguntarse si la separación ocurriría de nuevo, es cometer el mismo error de creer que sí ocurrió alguna vez.

Como dice el Curso:

Si alguien te pide que definas el ego y expliques cómo se originó, es que crees que el ego es real e intenta, por definición, asegurarse de que su naturaleza ilusiva quede oculta tras las palabras que parecen otorgarle realidad.

Nuestra definición que se haya hecho de una mentira puede hacer que ésta sea verdad.(C-2.2:5-3:1)

El ego exigirá muchas respuestas que este curso no provee. El curso no reconoce como preguntas aquellas que sólo tienen la apariencia de preguntas, pero que son imposibles de contestar. El ego puede preguntar: “¿Cómo sucedió lo imposible?”, “¿A qué le ocurrió lo imposible?”, y lo puede preguntar de muchas maneras. Mas no hay una respuesta para ello; sólo una experiencia. Busca sólo ésta y no permitas que la teología te retrase”(C.in.4).

El Amor de Dios es la experiencia a la cual se refiere el Curso en esta cita. Dicha experiencia se logra mediante el proceso de perdón que despeja los obstáculos que impiden reconocer la presencia del amor. El propósito de Un Curso en Milagros es precisamente ayudarnos a tener esa experiencia.

#11
P: Al buscar la “Voz” del Espíritu Santo ¿habrá algún método específico o algún ejercicio que facilite la escucha de esta Voz? Un Curso en Milagros parece decir que pocos la oyen, y eso parece inhibir la práctica del perdón.

R: El gran impedimento para escuchar la Voz del Espíritu Santo son los chillidos estridentes del ego. El curso nos dice que el Espíritu Santo es “[una] apacible y queda Voz” (T.21.V.1:6). En vez de empeñarnos en buscar esta Voz (que permanece siempre con nosotros), nuestra tarea es practicar el perdón, prestando atención a los pensamientos que dan voz a los chillidos en nuestras mentes y ahogan la Voz del Espíritu Santo. Podemos entender que los pensamientos de separación, juicio y ataque en realidad son intentos de defender nuestra elección de identificarnos con el ego, justificar la culpabilidad, probar que nosotros tenemos la razón y que Dios está equivocado. Reconocer estos pensamientos y aceptar la responsabilidad por haberlos elegido con el propósito de no escuchar la Voz del Espíritu Santo, es comenzar a practicar el perdón y a escuchar esta Voz. Luego, si lo deseamos, tenemos la oportunidad de elegir la Voz del Espíritu Santo la cual no es necesariamente una “voz”, sino el reconocimiento de que estamos equivocados en cómo percibimos una situación, persona, o acontecimiento, y de que estamos dispuestos a verlo de otra manera. En este momento el reconocimiento, la disponibilidad, y la otra manera de ver son la Voz del Espíritu Santo. Todos somos llamados a escuchar así. Es cierto que pocos escuchan la Voz del Espíritu Santo en la forma de una voz, pero hacerlo no es un requisito para practicar el perdón.

#12
P: He estado estudiando Un Curso en Milagros durante varios años, soy psicólogo y quisiera organizar un taller o un grupo de apoyo para los que intentan vivir los principios del Curso. Mi idea es ayudar a los estudiantes a ver sus proyecciones sobre los demás para luego pedir la ayuda del Espíritu Santo juntos en el grupo. ¿Ese tipo de trabajo estará conforme con los principios del Curso? ¿Tiene otras sugerencias u opiniones? Sé que tengo que enseñar lo que necesito aprender.

R: La respuesta precisa a tu pregunta es: Un Curso en Milagros no ofrece directrices de comportamiento, como tampoco responde a la pregunta “¿qué debo hacer?” Jesús nos recuerda que su Curso trata más bien la causa (la mente) que los efectos (el cuerpo, comportamiento)(T.21.VII.7:8). Por lo tanto, nuestra única función es pedir ayuda en dejar de lado al ego y así liberarnos para ser guiados a actuar (o abstenernos de actuar) de la manera que resulte más amorosa y atenta para todos los envueltos en cualquier situación. Lo siguiente expresa esta importante enseñanza del Curso: “Tu tarea no es ir en busca del amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has levantado contra él. No es necesario que busques lo que es verdad, pero sí es necesario que busques todo lo que es falso”(T.16.IV.6:1,2). Entonces, antes de saber cómo proceder con tu idea de empezar un grupo, lleva al Espíritu Santo cualquier expectativa que tengas en organizar tal grupo. Cuando tengas suficiente seguridad de que tu ego esta fuera del camino, simplemente sigue el consejo del Espíritu Santo.

Otra observación: En cualquier grupo, especialmente en uno como el que propones, es muy tentador evadir el esfuerzo individual y difícil requerido en llevar el ego al Espíritu Santo, lo cual diluye el proceso y desplaza el “trabajo” en el grupo. En el mejor de los casos los grupos facilitan el trabajo individual que el Curso nos pide, en el peor de los casos desprecian el poder de nuestras mentes de cambiar nuestras decisiones y percepciones erradas, por no decir refuerza el afán de ser especial. ¡Buena suerte!

#13
P: ¿Qué quiere decir la frase “antes es necesario una purificación” (T.1.I.7)?

R: Puesto que este séptimo principio de los milagros, “Todo el mundo tiene derecho a los milagros, pero antes es necesario una purificación” (T.1.I.7) está en la tercera página del texto, los estudiantes de Un Curso en Milagros puedan pensar que Jesús está hablando de la purificación del cuerpo. Las experiencias pasadas de los estudiantes les harán recordar todas sus creencias acerca del significado de la palabra “purificación”. Para algunos, significará la purificación del “alma” por el bautismo o la expiación a través de la penitencia y el sacrificio. Para otros, “la purificación” significará liberarse de los deseos humanos a través de la meditación y las prácticas de disciplina. Sea cual fuere la creencia, serán los cimientos de su entendimiento del “proceso de purificación.”

Al estudiar el texto, ¡qué sorpresa aprender que Jesús no se refiere en absoluto a la purificación del cuerpo! Es imposible que haga tal referencia, puesto que el Curso enseña que el cuerpo es una ilusión. Por lo tanto, enseña que no hay que hacerle nada al cuerpo. No necesita ser purificado porque no es impuro: “No hace nada. De por sí, no es ni corruptible, ni incorruptible. No es nada” (T.19.IV.C.5:3, 4, 5). Los que sí son impuros son nuestros pensamientos, y son ellos que tienen que ser purificados en vez del cuerpo. La metodología de “purificación” del Curso es el perdón; el perdón del único pensamiento de la culpabilidad que nos mantiene separados del amor de Dios. El “proceso de purificación” del Curso se explica en la siguiente cita:

“Ofrécele tus pensamientos, y Él te los devolverá en forma de milagros que proclaman jubilosamente la plenitud y la felicidad que como prueba de Su Amor eterno Dios dispone para Su Hijo. Y a medida que cada pensamiento sea así transformado, asumirá el poder curativo de la Mente que vio la verdad en él y no se dejó engañar por lo que había sido añadido falsamente [la culpabilidad]. Todo vestigio de fantasía ha desaparecido. Y lo que queda se unifica en un Pensamiento perfecto que ofrece su perfección por doquier” (L.pI.151.14).

#14
P: Por favor explique los múltiples pasajes en el Curso que se refieren a la sanación y parecen referirse a la sanación del cuerpo. Me parece que aunque el Curso pone muy en claro el proceso de sanar nuestras mentes de la percepción errada que tenemos de nuestra realidad, también dice que el cuerpo sano es el efecto de la mente sana. ¿Cómo se puede practicar eso en nuestras vidas personales? Estaría completamente de acuerdo en no hacer caso al cuerpo y su condición, si no fuera por estos múltiples pasajes. Me hace pensar que aunque el cuerpo sanado no es la meta de las enseñanzas del Curso, parece ser algo que podríamos esperar al dejarnos guiar por la voz del Espíritu Santo. Si no es algo que debemos considerar, ¿por qué Jesús se toma la molestia de mencionarlo?

R: Tienes razón al decir que un cuerpo sanado no es la meta de la enseñanza de Jesús, ni debiera ser la meta al practicar el Curso. Jesús no se refiere tantas veces al cuerpo porque crea en su realidad o su importancia, sino porque nosotros creemos que es importante y no hemos reconocido que, en la estrategia del ego, el propósito del cuerpo es mantenernos fuera de nuestras mentes. Gran parte de la estrategia del ego es hacernos pensar que los cuerpos son completamente vulnerables a fuerzas externas—que tanto la enfermedad como la sanación vienen desde fuera. Por lo tanto, Jesús corrige eso al enseñarnos la relación de causa y efecto entre la mente y el cuerpo. Es ese su motivo en todas sus referencias al cuerpo sanado. El punto central no es tener un cuerpo sanado sino reconocer el poder de nuestras mentes: “El milagro no tiene ninguna utilidad si lo único que aprendes es que el cuerpo se puede curar, pues no es ésta la lección que se le encomendó enseñar. La lección que se le encomendó enseñar es que lo que estaba enfermo era la mente que pensó que el cuerpo podía enfermar. Proyectar su culpabilidad no causó nada ni tuvo efectos” (T.28.II.11:6,7). Esto es su enseñanza.

Nos enseña el sistema de pensamiento del Espíritu Santo en el contexto de lo que mejor conocemos, lo cual para la mayoria de nosotros es el mundo del cuerpo. Así utiliza nuestros cuerpos para enseñarnos que, al final, no somos cuerpos. Sin embargo, este reconocimiento viene al final de un largo proceso, que para la mayoría, requiere muchos años en cumplirse. Desentenderse del cuerpo, por lo tanto, sería negarse muchísimas oportunidades de aprender y aplicar los principios del Curso. Nuestras necesidades y experiencias físicas y psicológicas constituyen el currículum que Jesús puede utilizar para enseñarnos cómo interpretar y percibir nuestras experiencias corporales de una manera que nos ayude a deshacer la separación en vez de reforzarla. Mientras pensemos que nos moriríamos sin oxígeno y alimentación, todavía creemos que somos cuerpos; y sería un impedimento a nuestro progreso espiritual ignorar o ser indiferente a lo que creemos que es real. Como Jesús nos advierte al respecto: “El cuerpo es sencillamente parte de tu experiencia en el mundo físico. Se puede exagerar el valor de sus capacidades y con frecuencia se hace. Sin embargo, es casi imposible negar su existencia en este mundo. Los que lo hacen se dedican a una forma de negación particularmente inútil” (T.2.IV.3:8, 9, 10, 11).

El punto central es siempre el entrenamiento de nuestras mentes y nuestra manera de pensar, para que al final simplemente elijamos estar sin límites, lo cual es bastante distinto a no hacer caso al cuerpo. Como nos dice el texto en la sección titulada “Más allá del cuerpo”: “Lo que realmente sucede es que has renunciado a la ilusión de una conciencia limitada y has dejado de tenerle miedo a la unión” (T.18.VI.11:7). Nos está enseñando cómo llegar a este estado.

#15
P: Quisiera cambiar de mentalidad sobre la muerte. Recién, varios de mis seres queridos “dejaron sus cuerpos suavemente”; con todo me estoy dejando llevar por la pena. La pena no es el amor; por lo tanto, no existe, ¿cierto? Tengo que haberla hecho yo mismo. ¿Podría darme una respuesta basada en el Curso, que incorpore las teorías del Curso, para que las aplique a esta experiencia de pena en el mundo de ilusión? ¿Y qué de la represión y la negación de esta experiencia?

R: El Curso nunca nos pide reprimir ni negar nuestra experiencia, ya sea de pena, coraje, dolor, miedo o cualquier otra reacción del ego. Antes de cambiar de mentalidad acerca de nuestros sentimientos tenemos que entender el propósito al cual sirven y por qué los hemos elegido. Sentir pena refuerza la aseveración del ego de que la pérdida y la muerte son reales, que podemos ser privados del amor, y que de hecho estamos privados del amor. Nuestra experiencia clama que Jesús está equivocado y que hemos sidos heridos, abandonados, y dejados solos. El Curso no nos pide negar que así es nuestra experiencia. Pero eso no quiere decir que sea la verdad.

En una descripción gráfica del mundo, Jesús dice: “El mundo que ves es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido…todas las leyes que parecen regirlo son las leyes de la muerte. Los niños vienen al mundo con dolor y a través del dolor. Su crecimiento va acompañado de sufrimiento y muy pronto aprenden lo que son las penas, la separación y la muerte. Sus mentes parecen estar atrapadas en sus cerebros, y sus fuerzas parecen decaer cuando sus cuerpos se lastiman. Parecen amar, sin embargo, abandonan y son abandonados. Parecen perder aquello que aman, la cual es quizá la más descabellada de todas las creencias. Y sus cuerpos se marchitan, exhalan el último suspiro, se les da sepultura y dejan de existir. Ni uno solo de ellos ha podido dejar de creer que Dios es cruel” (T.13.in.2:2, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11). Eso es lo que todos creemos. ¿No sería mejor estar equivocados?

Jesús nos recuerda que su vida, aparentemente terminada por la muerte, tuvo el propósito de: “[enseñar] que la comunicación continúa sin interrupción aunque el cuerpo sea destruido, siempre y cuando no veas al cuerpo como el medio indispensable para la comunicación” (T.15.XI.7:2). Pero aún creemos que el cuerpo es necesario para la comunicación y que la comunicación verdadera termina con la muerte del cuerpo, porque todavía queremos identificarnos con el cuerpo. El cuerpo afirma nuestra existencia independiente y sus aparentes experiencias de pérdida y dolor no parecen ser simplemente el reflejo de una elección en nuestras mentes. El ego no quiere que recordemos que la fuente de toda nuestra pena es la creencia de que nosotros mismos abandonamos el amor y nos exiliamos del Cielo. Gracias a la proyección, que es la defensa del ego, parece que estas cosas nos suceden sin nuestra voluntad y que no somos responsables por lo que sentimos. Debemos comenzar por reconocer que son nuestros sentimientos y luego estar dispuestos a cuestionar nuestra interpretación del mundo y de los acontecimientos de nuestras vidas.

El cambio de mentalidad acerca de nuestro dolor y pena es un proceso paulatino porque tenemos miedo al amor sin limites, en el cual nuestras vidas individuales y nuestros seres personales con personalidades únicas no tienen sentido. Por eso Jesús nos recuerda con toda delicadeza tanto el resultado final como el proceso: “Las pérdidas no son pérdidas cuando se perciben correctamente. El dolor es imposible. No hay pesar que tenga causa alguna. Y cualquier clase de sufrimiento no es más que un sueño. Ésta es la verdad, que al principio sólo se dice de boca, y luego, después de repetirse muchas veces, se acepta en parte como cierta, pero con muchas reservas. Más tarde se considera seriamente cada vez más y finalmente se acepta como la verdad” (L.284.1:1, 2, 3, 4, 5, 6, bastardillas nuestras).

Estas palabras no deben usarse como un “mantra santo”, proclamando lo que es verdad para ahogar la interpretación del ego y los sentimientos acompañantes de perdida y pena. Implícita en el proceso de cambio de mentalidad está la tarea necesaria y, a veces perturbadora, de mirar lo que todavía queremos creer y reconocer, tanto su propósito (mantener la separación y la culpabilidad), como el costo (el dolor y el sufrimiento). Es en el creciente reconocimiento de lo que nos imponemos cuando aceptamos al ego como maestro, que surge la motivación para pedir la ayuda de otro Maestro. Con esta ayuda podemos empezar a ver las pérdidas en nuestras vidas de otra manera y a darnos cuenta de que podemos elegir lo que experimentamos y de que no somos víctimas de circunstancias fuera de nuestro control.

# 16
P: En la meditación, cuando me digo que no soy un cuerpo y soy libre, me siento en paz. Sin embargo, cuando abro los ojos, allí esta—mi cuerpo. No me molesta tanto como me confunde. Cuando me miro, siento que soy hermosa, pero me preocupa que a lo mejor estoy complaciendo al ego de nuevo en vez de apreciar lo que tengo. Es un rompecabezas. ¿Me podrá ofrecer algunos pensamientos?

R: Aunque en varios lugares el curso nos dice que no somos cuerpos (por ejemplo, en la L.199 y en las lecciones de repaso subsecuentes), también el curso reconoce que tenemos gran interés en vernos como cuerpos. Jesús dice: “Contémplate a ti mismo y verás un cuerpo…sin ninguna luz parecerá haber desaparecido. Sin embargo, estás convencido de que está ahí porque puedes sentirlo con tus manos y oír sus movimientos. He aquí la imagen que quieres tener a ti mismo; el medio para hacer que tu deseo se cumpla” (T.24.VII.9:1, 3, 4, 5, 6, bastardillas nuestras).

Tal vez tengamos experiencias breves como la que describes, en donde parecemos trascender nuestra identidad corporal, pero no es probable que lo mantengamos por un período largo porque no queremos hacerlo. Nuestro “deseo cumplido” es vernos como individuos separados y especiales, y el cuerpo afirma esta identidad. El curso nos dice que aunque nosotros mismos hemos elegido y fabricado este yo limitado como nuestra identidad (no en realidad, sino en fantasía), no queremos aceptar la responsabilidad por esta decisión, porque escondido en el fondo del inconsciente se encuentra la creencia (fabricada) que ganamos el yo separado, al atacar la Unidad de Dios y nuestra Identidad verdadera como espíritu, lo cual según el ego fue un horrendo pecado de destrucción y asesinato. De modo que, una vez que parecemos ser cuerpos nacidos a través de otros cuerpos, nuestra existencia separada no parece ser fabricación nuestra. Nos hicieron nuestros padres. Y aún, para mayor deleite del ego, podemos creer que de alguna manera Dios esta involucrado en la “creación” especial del ser individual, tal como enseñan varias religiones.
Entonces, puesto que el curso reconoce la intensa identificación que tenemos con nuestros cuerpos y cuán miedosos somos de perder la protección que creemos que el cuerpo nos ofrece, su meta no es que renunciemos a nuestra identificación corporal (eso sólo ocurrirá al final). El curso nos enseña cómo darle al cuerpo un propósito distinto al propósito original de pecado, culpabilidad y miedo del ego.
Con la ayuda del Espíritu Santo el cuerpo se convierte en un instrumento de aprendizaje de nuestras lecciones de perdón en el contexto de nuestras relaciones con nuestros hermanos a quienes también vemos como cuerpos. Seguiremos identificándonos con el cuerpo junto con todos los demás hasta cumplir el proceso de perdón cuando no quedará ningún rasgo de culpabilidad en la mente que requiera la defensa de un cuerpo.
No hay nada de malo en verse hermosa siempre que recuerdes que el curso no se refiere al cuerpo ni a la personalidad cuando dice que somos bellos (Véase L.313.2:2), sino a la belleza de Cristo reflejado en todos nosotros, la cual es una belleza que, como espíritu, todos compartimos por igual.

#17
P: Me han dicho que en el mundo real se ve la separación sin ver intereses separados. ¿Será verdad? ¿Que significa eso? ¿Cuál ocurrió primero, la separación o la culpabilidad? (Me imagino que fue la separación.) ¿Será posible deshacer la culpabilidad sin deshacer la separación? ¿o están ligados? Quisiera liberarme de la culpabilidad y ver que los intereses de mi hermano son los míos. Me parece buena idea, puesto que pondría fin a la horrible sensación de conflicto y competencia, pero no estoy dispuesto a pagar el precio de perder mi individualidad. Preferiría ser un individuo feliz, sin culpabilidad, sin conflicto y competencia, sin miedo. ¿Será posible?

R: Primeramente tienes razón en concluir que la separación precedió a la culpabilidad, que es la experiencia psicológica del pecado, el sentimiento proveniente de la condición pecaminosa.

La mayoría de los estudiantes llegan al mismo punto muerto que tú. Puesto que nos identificamos profundamente con nuestra existencia como individuos específicos, lo que sientes es muy entendible y normal. Por lo general, no tenemos conocimiento de ningún otro modo de ser y encontramos bastante difícil, para no decir más, integrar la enseñanza de Jesús que nos dice que la identidad individual reemplaza nuestra Identidad verdadera creada por Dios. Por eso Jesús enfatiza, a lo largo del Curso, que este es un proceso suave y paulatino, y que podemos demorarnos el tiempo que sea en cumplirlo con él. Nos reconforta diciendo: “No temas que se te vaya a elevar y a arrojar abruptamente a la realidad” (T.16.VI.8:1), porque bien lo sabe que estamos aterrorizados de la pérdida de esta identidad.

A medida que elijamos perdonar—soltar los resentimientos—nos sentiremos mejor y por lo tanto, motivados para hacerlo más frecuentemente. Si nos mantenemos en este proceso, empezaremos a identificarnos cada vez más con el pensar de Jesús y con su manera de interpretar nuestras vidas, lo cual significa que poco a poco nuestro punto de referencia para nuestras vidas cambiará; del cumplimiento de nuestras necesidades al entendimiento que todos compartimos un interés común, tanto en la mente correcta como en la mente errada. A medida que nos ocupemos menos en utilizar al mundo y a los demás para cumplir nuestras necesidades, o sea, que veamos el propósito de nuestras vidas de manera diferente, nuestro concepto de nosotros mismos empezará a cambiar sin que nos hayamos fijados en eso específicamente.

Cuando lleguemos a identificarnos completamente con el pensamiento de Jesús sólo su amor nos atraerá. Y cuando todo nuestro pensar y nuestras percepciones fluyan de este amor, nuestra individualidad no tendrá otro sentido que la extensión del amor sanador de Jesús a los que claman por ello. Esta es la condición de la mente llamada “el mundo real”. Es el resultado natural de la práctica del perdón. Cuando lleguemos a esta etapa avanzada, no nos identificaremos como personas con necesidades y propósitos que hayan de cumplirse. Desde arriba del campo de batalla, no percibiremos más que personas pidiendo amor, pues no saben que solo son figuras en sus propios sueños.

#18
P: A lo largo del Curso se encuentra el tema de la voluntad. El Curso nos enseña que “la voluntad no está involucrada en la percepción a ningún nivel” (C.I.7:2), he aprisionado mi voluntad (T.9.I.4:1); y que “Si [mi] mente no estuviese dividida reconocería que ejercer [mi] voluntad es la salvación” (T.9.I.5:4). En términos de la enseñanza del Curso ¿qué es la voluntad? y ¿ A qué propósito sirve en el sueño?

R: Cuando el Curso se refiere a la voluntad es siempre a la Voluntad de Dios; “La Voluntad de Dios es lo único que existe” (C.3.6:1). Esto es una enseñanza a nivel de la Mente, donde nuestra voluntad es una sola con la de Dios, donde no hay más que la verdad pura y todo lo demás es falso (Véase: T.31.I.1:7). Éste es un ejemplo del pensamiento no dualista del Curso: una voluntad fuera de la Voluntad de Dios es imposible; Su Voluntad es nuestra salvación; nuestra voluntad verdadera es una con la Suya. Empleamos el poder de nuestra voluntad únicamente cuando elegimos aceptar nuestra identidad verdadera; he allí nuestra salvación. El Curso distingue entre ejercer la voluntad y desear. La elección de creer en el pecado y en la mentira del ego respecto a nuestra identidad en el sueño, viene del deseo de fabricar una alternativa ilusoria a la Voluntad de Dios para defender el yo fabricado por el ego. Así aprisionamos nuestra voluntad verdadera, así la negamos y, así se origina la percepción; pues vemos lo que queremos ver.

Para ayudarnos en nuestro aprendizaje, el Curso utiliza el término “la pequeña dosis de buena voluntad” al referirse a nuestra experiencia en el sueño. Tener buena voluntad es aceptar la opción de ver de otra manera, aceptar una interpretación diferente, cuestionar tanto el sentido y valor que damos a todas nuestras relaciones como toda nuestra experiencia en este sueño, ver los resultados de elegir el ego, y considerar su costo. El Curso nos dice que eso es suficiente para virar hacia nuestro hogar en Dios y la Voluntad única que compartimos con Él; Él es nuestro Padre, somos su Hijo inocente. De este modo podemos tomar decisiones en el sueño, en la práctica y aplicación del curso, que nos sintonicen con la Voluntad que compartimos con Dios.

#19
P: Si entiendo bien, el Curso dice que la base de todo nuestro sufrimiento es la culpabilidad reprimida. El Curso parece enseñar que no se trata esta culpabilidad a través de un proceso de psicoanálisis, sino por el perdón del mundo externo. Si así es, ¿de qué sirve la idea de la culpabilidad,que parece mantenerse únicamente a un nivel teórico?

R: El curso se refiere a la culpabilidad ontológica que tiene su raíz en la creencia de que la separación de Dios es posible y, al hacerlo, Dios tiene que ser destruido; la Unidad absoluta y la existencia individual y separada son mutuamente excluyentes, por lo tanto no pueden coexistir. Puesto que la separación de Dios es solo una ilusión, y además una ilusión débil, requiere una poderosa defensa aparente para mantener su realidad aparente. La culpabilidad abarcadora, causada por nuestro ataque fatal contra el Todo, se convirtió en esta defensa, y así relega al inconsciente cualquier interrogante sobre la realidad de haberlo atacado o la posibilidad de haberlo atacado.
Según el Curso, esta culpabilidad no es simplemente un concepto teórico. El Curso enseña que el mundo externo fue fabricado literalmente por la culpabilidad ontológica, como la proyección aparente de una culpabilidad demasiado horrible para mantenerla dentro de la mente. Por lo tanto, cuando practicamos el proceso del perdón en nuestras relaciones en el mundo, en realidad estamos tratando los aspectos de la culpabilidad ontológica original, aunque sea en pequeñas dosis. Es un acercamiento indirecto al problema subyacente, que tiene un efecto práctico y directo. Cuando vemos que lo que hacemos real en nuestro mundo externo es la proyección de lo que está en el inconsciente, poco a poco elevamos a un nivel consciente la culpabilidad oculta. Este proceso deshace la estrategia del ego de distraernos de la culpabilidad en la mente a través de los problemas en el mundo y la culpabilidad que los acompaña. Nos permite empezar a reconocer que la premisa subyacente de que estamos separados y hemos destruido el Amor, que genera la culpabilidad básica, simplemente no es la verdad.

El proceso de descubrir la culpabilidad en el psicoanálisis, como suele practicarse, contribuye a la dinámica defensiva del ego, a pesar de que podría cumplir el mismo propósito que el Curso. La culpabilidad, que el análisis intenta descubrir, es parte de la misma cortina de humo que la mente errada del ego ha construido para impedir nuestro retorno a la mente, donde se encuentra el verdadero problema. Esta culpabilidad, que todavía se identifica con el cuerpo y sus relaciones con otros cuerpos, no es la causa ontológica subyacente que el Curso trata, sino un efecto de la culpabilidad ontológica.

#20
P: Quisiera comprender por qué tantas de mis relaciones con los hombres comienzan con una idea romántica pero no se mantienen como amistad. Valoro a las personas que encuentro y quisiera desarrollarme a tal punto que exprese el amor fraterno a las mujeres igual que a los hombres. Soy soltera y frecuentemente encuentro hombres que se sienten atraídos hacia mí; nos vemos por un tiempo, pero la relación termina. Soy responsable por el contenido y la forma de mi comunicación. Habrá una a manera de comunicar el mensaje “seamos amigos” Cuando esperaba o deseaba algo más en la relación y, ha entrado la desilusión?

R: El ego no es orgulloso y, en su afán de ser especial, haría cualquier cosa para involucrarnos en relaciones interpersonales que al final no satisfacen nuestras necesidades. Tenemos como propósito subyacente demostrar que el amor nos falla y somos víctimas involuntarias de las propuestas engañosas y confusas de los demás pero; por lo general, no somos conscientes de esta dinámica. Entre los caminos espirituales, el Curso es único en identificar este contenido subyacente en todas nuestras relaciones en el mundo. No importa lo bueno que aparenten nuestras intenciones en el comienzo de una relación, esta dinámica es operativa hasta que entreguemos todas nuestras relaciones al Espíritu Santo para ser sanadas.

Nos desilusionamos porque el Espíritu Santo responde al contenido y no a la forma. Por eso lo único que se puede asegurar en nuestras relaciones es que nos ofrecen oportunidades de descubrir nuestra culpabilidad y sentimientos de minusvalía y auto-desprecio para que sean sanados. Si practicamos los principios de perdón del Curso, poco a poco experimentaremos paz y alegría en nuestras relaciones, aunque nuestros hermanos no lo compartan de la misma forma. Nos daremos cuenta que somos “amigos” verdaderos compartiendo el propósito de sanar el dolor oculto en nuestras mentes. Este proceso demora en cumplirse. Por ahora, sabe que estás haciendo lo mejor que puedes y no dejes de empeñarte. Jesús necesita nuestras relaciones especiales para enseñarnos una manera diferente de relacionarnos. Solamente el miedo puede prevenir nuestra experiencia de mayor intimidad en cualquier forma.

#21
P: Si un artista sustituye el Amor de Dios por una relación especial con su obra de arte, ¿será que esté pidiendo amor? ¿Cómo distinguir entre el arte especial y el arte “inspirado,” como la música de Mozart? ¿Podríamos decir que el arte “inspirado” es una expresión de amor en vez de un pedido por amor? ¿Cómo justificar nuestra evaluación de una gran obra de arte y el arte mediocre, en el segundo nivel de nuestra experiencia en el mundo físico?

R: Primeramente no podemos juzgar si una obra específica de un artista específico es o no es un sustituto por el Amor de Dios, manifestando una relación especial. Sólo el artista lo podría discernir. Generalmente no es la forma de una obra lo que nos indica si proviene de la mente errada (el ego) o de la mente correcta (el Espíritu Santo). Si la fuente de una obra específica fuera el reflejo del Amor de Dios, entonces sí sería una expresión de amor. Sería un error venerar la obra, en lugar de identificarse con el contenido detrás de la forma.

Todas las relaciones de amor especial son defensas contra el dolor ardiente en nuestras mentes, que surge de la culpabilidad que sentimos por haber rechazado el Amor de Dios, para darnos nuestra propia existencia. Al seguir el consejo del ego, dirigimos nuestra atención fuera de nuestras mentes, repletas de culpabilidad, a los individuos, sustancias o actividades específicas que apagan el dolor y quita la soledad que sentimos en la mente. O sea, nuestras relaciones de amor especial Le dicen a Dios que no necesitamos Su Amor, que somos capaces de llenar el vacío y experimentar nuestra plenitud y valor a través de nuestras relaciones en el mundo. Ése es el contenido subyacente en todas las relaciones de amor especial. Los sentimientos placenteros que las acompañan esconden el odio que las fundamenta.

Al mismo tiempo, hay una parte de la mente donde anhelamos saber que todo fue un error tonto, que somos perdonados, y por lo tanto, nuestra culpabilidad y las defensas contra esta culpabilidad ya no son necesarias. Esta es la “llamada” presente en nuestras mentes, que están divididas entre dos maneras de pensar.

El Espíritu Santo puede utilizar cualquier forma para recordarnos nuestra verdad. Por eso ninguna forma inspira más que otra. Es decir, una vez que creemos que la separación sí ocurrió y nos encontramos en el mundo en nuestros cuerpos, el mundo y los cuerpos se ven neutrales. Por lo tanto, cualquier cosa en este mundo puede servir como medio para llevarnos más allá del mundo o para aferrarnos más al mundo, según el maestro que elijamos; el ego o el Espíritu Santo. Tal vez nos quedemos cautivados por el David de Miguel Ángel, que nos recuerda de nuestra perfección y unión con Dios; pero la misma experiencia pudiera ocurrir mientras miremos un árbol enfermizo en el patio. Nos atrapamos en una relación de amor especial cuando nuestra experiencia “espiritual” dependa de alguna forma específica para realizarse.

Finalmente, no tiene nada de malo tener preferencias en este mundo, siempre que no nos las tomemos en serio. Podemos decir que una obra de arte es mejor que otra, igual que una composición musical es mejor que otra, que un método pedagógico es mejor que otro, que un tratamiento médico es mejor que otro, basados en criterios que hemos fijado. Desde el punto de vista del Curso, son igualmente ilusorios. Sin embargo, la evaluación objetiva de las cosas del mundo es normal. La lección para nosotros consiste en no tomar en serio nuestras evaluaciones sobre las cosas del mundo. Lleguemos a nuestras conclusiones con una pequeña sonrisa, porque ya sabemos que todo es una ilusión.

 

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