Lección 185
        Deseo la 
		paz de Dios.
		 
          
        
          
        Decir estas palabras no es nada. Pero decirlas de 
        corazón lo es todo. Si pudieras decirlas de corazón, aunque sólo fuera 
        por un instante, jamás volverías a sentir pesar alguno, en ningún lugar 
        o momento. Recobrarías plena conciencia del Cielo, el recuerdo de Dios 
        quedaría completamente reinstaurado y la resurrección de toda la 
        creación plenamente reconocida.
        No hay nadie que pueda decir estas palabras de todo 
        corazón y no curarse. Ya no podría entretenerse con sueños o creer que 
        él mismo es un sueño. No podría inventar un infierno y creer que es 
        real. Desea la paz de Dios, y se le concede. Eso es todo lo que desea y 
        todo lo que recibirá. Son muchos los que han dicho estas palabras. Pero 
        ciertamente son muy pocos los que las han dicho de todo corazón. No 
        tienes más que contemplar el mundo que ves a tu alrededor para 
        cerciorarte de cuán pocos han sido. El mundo cambiaría completamente 
        sólo con que hubiese dos que estuviesen de acuerdo en que esas palabras 
        expresan lo único que ellos anhelan.
        Dos mentes con un solo empeño se vuelven tan fuertes 
        que lo que disponen se convierte en la Voluntad de Dios. Pues las mentes 
        sólo se pueden unir en la verdad. En sueños, no hay dos mentes que 
        puedan compartir la misma intención. Para cada una de ellas, el héroe 
        del sueño es distinto, y el desenlace deseado no es el mismo. El 
        perdedor y el ganador simplemente alternan de acuerdo con patrones 
        cambiantes, según la proporción entre ganancia y pérdida y entre pérdida 
        y ganancia adquiere un matiz diferente o adopta otra forma.
        No obstante, lo único que se puede hacer en sueños es 
        transigir. A veces ello adopta la forma de una unión, pero sólo la 
        forma. En los sueños nada tiene significado, pues su meta es transigir. 
        Las mentes no pueden unirse en sueños. Sólo pueden negociar, Mas ¿qué 
        trato podrían hacer que les proporcionase la paz de Dios? Las ilusiones 
        pasan a ocupar Su lugar. Y lo que Él es deja de tener significado para 
        las mentes dormidas empeñadas en hacer tratos, cada cual en beneficio 
        propio y a costa de la pérdida de otros.
        Desear la paz de Dios de todo corazón es renunciar a 
        todos los sueños. Pues nadie que diga estas palabras de todo corazón 
        desea ilusiones o busca la manera de obtenerlas. Las ha examinado y se 
        ha dado cuenta de que no le ofrecen nada. Ahora procura ir más allá de 
        ellas, al reconocer que otro sueño sólo le ofrecería lo mismo que los 
        demás. Para él, todos los sueños son Uno. Y ha aprendido que la única 
        diferencia entre ellos es la forma que adoptan, pues cualquiera de ellos 
        suscitará la misma desesperación y zozobra que los demás.
        La mente que desea la paz de todo corazón debe unirse 
        a otras mentes, pues así es como se alcanza la paz. y cuando el deseo de 
        paz es genuino, los medios para encontrarla se le conceden en una forma 
        tal que cada mente que honradamente la busca pueda entender. Sea cual 
        sea la forma en que se presente la Lección, ha sido planeada para él de 
        tal forma que si su petición es sincera, no dejará de verla. Mas si su 
        petición no es sincera, no habrá manera de que pueda aceptar la Lección 
        o realmente aprenderla.
        Dediquemos hoy nuestra práctica a reconocer que 
        nuestras palabras son sinceras. Deseamos la paz de Dios. No es éste un 
        deseo vano. Estas palabras no piden que se nos dé otro sueño. No 
        procuran transigir, ni es su afán hacer otro trato con la esperanza de 
        que aún haya un sueño que pueda tener éxito cuando todos los demás han 
        fracasado. Decir estas palabras de corazón es reconocer la futilidad de 
        las ilusiones y pedir lo eterno en lugar de sueños cambiantes que 
        parecen ofrecerte distintas cosas, pero que en realidad son igualmente 
        insubstanciales.
        Dedica hoy tus sesiones de práctica a escudriñar 
        minuciosamente tu mente a fin de descubrir los sueños que todavía 
        anhelas. ¿Qué es lo que realmente deseas de corazón? Olvídate de las 
        palabras que empleas al hacer tus peticiones. Considera solamente lo que 
        crees que te brindará consuelo y felicidad. Pero no te desalientes por 
        razón de las ilusiones que aún perduran, pues la forma que éstas adoptan 
        no es lo que importa ahora. No dejes que algunos sueños te resulten más 
        aceptables, mientras que te avergüenzas de otros y los ocultas. Son 
        todos el mismo sueño. Y puesto que todos son el mismo, debes hacer la 
        siguiente pregunta con respecto a cada uno de ellos: "¿Es esto lo que 
        deseo en lugar del Cielo y de la paz de Dios?"
        Ésta es la elección que tienes ante ti. No te dejes 
        engañar pensando que es de otra manera. En esto no es posible transigir. 
        Pues o bien eliges la paz de Dios o bien pides sueños. y éstos vendrán a 
        ti tal como los hayas pedido. Mas la paz de Dios vendrá con igual 
        certeza para permanecer contigo para siempre. No desaparecerá con cada 
        curva o vuelta del camino, para luego reaparecer sin que sea 
        reconocible, en formas que cambian y varían con cada paso que das.
        Deseas la paz de Dios. Y eso es lo que desean también 
        todos los que parecen ir en pos de sueños. Esto es lo único que pides 
        tanto para ellos como para ti cuando haces esta petición con profunda 
        sinceridad. Pues de esa manera procuras alcanzar lo que ellos desean 
        realmente, y unes tu intención a lo que ellos quieren por encima de 
        todas las cosas, hecho éste que tal vez les sea desconocido, si bien 
        para ti es indudable. Ha habido ocasiones en las que has sido débil y en 
        las que has estado indeciso acerca de tu propósito, inseguro con 
        respecto a lo que quieres, adónde ir a buscarlo o adónde acudir en busca 
        de ayuda. Mas la ayuda ya se te ha dado. ¿No la aprovecharías ahora 
        compartiéndola?
        Nadie que realmente busque la paz de Dios puede dejar 
        de hallarla. Pues lo único que pide es dejar de engañarse a sí mismo, al 
        negarse lo que la Voluntad de Dios dispone. ¿Quién que pida lo que ya es 
        suyo podría quedar insatisfecho? ¿Quién que pida una respuesta que él 
        puede dar puesto que dispone de ella puede decir que no se le ha 
        contestado? La paz de Dios es tuya.
        La paz fue creada para ti; tu Creador te la dio y la 
        estableció como Su propio regalo eterno. ¿Cómo ibas a poder fracasar 
        cuando tan sólo estás pidiendo lo que Él dispone para ti? ¿Y cómo podría 
        ser que lo que pides fuese solamente para ti? No hay ningún don de Dios 
        que no sea para todos. éste es el atributo que distingue a los dones de 
        Dios de todos los sueños que jamás parecieron ocupar el lugar de la 
        verdad.
        Cuando un don de Dios ha sido pedido y aceptado por 
        cualquiera, nadie pierde, sino que todos salen ganando. Dios da sólo con 
        el propósito de unir. Para Él, quitar no tiene sentido. Y cuando tampoco 
        lo tenga para ti, sabrás a ciencia cierta que compartes una sola 
        Voluntad con Él, así como Él contigo. Y también sabrás que compartes una 
        sola Voluntad con todos tus hermanos, cuya intención es la tuya.
        Es esa única intención lo que buscamos hoy al unir nuestros deseos a 
        la necesidad de cada corazón, al llamamiento de cada mente, a la 
        esperanza que se encuentra más allá de toda desesperación, al amor que 
        el ataque quisiera ocultar y a la hermandad que el odio ha intentado 
        quebrantar, pero que aún sigue siendo tal como Dios la creó. Con 
        semejante ayuda a nuestro lado, ¿cómo íbamos a poder fracasar hoy cuando 
        pedimos que se nos conceda la paz de Dios?
        
		
		 
          
		
		
		
		
		