Lección 163
        La muerte 
		no existe. El Hijo de Dios es libre.
		 
          
        
          
        La muerte es un pensamiento que adopta 
		muchas formas, las cuales a menudo no se reconocen. La muerte puede 
		manifestarse en forma de tristeza, miedo, ansiedad o duda, en forma de 
		ira, falta de fe y desconfianza; preocupación por el cuerpo, envidia, 
		así como en todas aquellas formas en las que el deseo de ser como no 
		eres pueda venir a tentarte. Todos esos pensamientos no son sino 
		reflejos de la veneración que se le rinde a la muerte como salvadora y 
		portadora de la liberación.
        En cuanto que encarnación del miedo, 
		anfitrión del pecado, Dios de los culpables y señor de toda ilusión y 
		engaño, el pensamiento de la muerte parece ser muy poderoso, pues parece 
		encerrar a todas las cosas vivientes en sus marchitas manos y a todos 
		los deseos y esperanzas en su puño funesto, así como percibir toda meta 
		únicamente a través de sus ojos invidentes. Los débiles, los indefensos, 
		así como los enfermos se postran ante su imagen, al pensar que sólo ella 
		es real, inescapable y digna de su confianza. Pues la muerte es lo único 
		que inevitablemente llegará.
        Todas las cosas excepto la muerte 
		parecen ser inciertas y perderse demasiado pronto independientemente de 
		cuán difícil haya sido adquirirlas; ninguna de ellas parece ofrecernos 
		seguridad con respecto a lo que nos ha de brindar, y son propensas a 
		defraudar las esperanzas que una vez nos hicieron abrigar y a dejar tras 
		si un mal sabor de boca, en lugar de aspiraciones y sueños. Pero con la 
		muerte se puede contar. Pues vendrá con pasos firmes cuando haya llegado 
		su hora. jamás cesará de tomar todo lo que tiene vida como rehén.
        ¿Te postrarías ante ídolos como éste? 
		Aquí la fortaleza y el poderío de Dios Mismo se perciben dentro de un 
		ídolo hecho de barro. Aquí se proclama que lo opuesto a Dios es señor de 
		toda la creación, más fuerte que la Voluntad de Dios por la vida, o que 
		la infinitud del amor y la perfecta e inmutable constancia del Cielo. 
		Aquí por fin se derrota la Voluntad del Padre y del Hijo, y se entierra 
		bajo la lápida que la muerte ha colocado sobre el cuerpo del santo Hijo 
		de Dios.
        Impío ahora debido a la derrota, el 
		Hijo de Dios se ha convertido en lo que la muerte quiere hacer de él. En 
		su epitafio, que la propia muerte ha escrito, no se menciona su nombre, 
		pues ha pasado a ser polvo. En él sólo se menciona lo siguiente: "Aquí 
		yace un testigo de que Dios ha muerto" Y esto es lo que la muerte 
		escribe una y otra vez, mientras sus veneradores asienten, postrándose 
		con sus frentes en el suelo, susurran llenas de miedo que así es.
        Es imposible venerar a la muerte en 
		cualquiera de las formas que adopta, y al mismo tiempo seleccionar unas 
		cuantas que no favoreces y que incluso deseas evitar, mientras sigues 
		creyendo en el resto. Pues la muerte es total. O bien todas las cosas 
		mueren, o bien todas viven y no pueden morir. En esto no hay términos 
		medios. pues aquí nos encontramos de nuevo ante algo que es obvio y que 
		debemos aceptar si queremos gozar de cordura: lo que contradice 
		totalmente un pensamiento no puede ser verdad, a menos que se haya 
		demostrado la falsedad de su opuesto.
        La idea de que Dios ha muerto es algo 
		tan descabellado que incluso a los dementes les resulta difícil creerlo. 
		pues implica que Dios estuvo vivo una vez y que de alguna manera murió, 
		aparentemente asesinado por aquellos que no querían que sobreviviese. Al 
		ser la voluntad de éstos más fuerte, pudo vencer a la Suya y, de esta 
		manera, la vida eterna sucumbió ante la muerte. Y al morir el Padre, 
		murió también el Hijo.
        Puede que los que veneran la muerte 
		tengan miedo. Sin embargo, ¿pueden ser realmente temibles estos 
		pensamientos? Si se diesen cuenta de que eso es lo que creen, se 
		liberarían de inmediato. Esto es lo que tú les vas a mostrar hoy. La 
		muerte no existe, y renunciamos a ella en todas sus formas, por la 
		salvación de ellos, así como por la nuestra. Dios no creo la muerte. 
		Cualquier forma que adopte, por lo tanto, tiene que ser una ilusión. 
		Ésta es la postura que hoy adoptamos. Y se nos concede poder mirar 
		allende la muerte, y ver la vida que se encuentra más allá.
        
        Padre nuestro, bendice hoy nuestros 
		ojos, Somos Tus emisarios, y deseamos contemplar el glorioso reflejo de 
		Tu Amor que refulge en todas las Cosas. Vivimos y nos movemos únicamente 
		en Ti. No estamos separados de Tu vida eterna. La muerte no existe, pues 
		la muerte no es Tu Voluntad. Y moramos allí donde Tú nos ubicaste, en la 
		vida que compartimos Contigo y con toda cosa viviente, para ser como Tú 
		y parte de Ti para siempre, Aceptamos Tus Pensamientos como nuestros y 
		nuestra voluntad es una con la Tuya eternamente. Amen.
		
		 
          
		
		
		
		
		