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		Escuchar en voz Lección 136  Nadie puede sanar a menos que comprenda cuál es el 
        propósito que aparentemente tiene la enfermedad. Pues entonces comprende 
        también que dicho propósito no tiene sentido. Al no tener la enfermedad 
        causa ni ningún propósito válido, es imposible que exista. Una vez que 
        se reconoce esto, la curación es automática. Pues dicho reconocimiento 
        desvanece esta ilusión sin sentido, valiéndose del mismo enfoque que 
        lleva a todas las ilusiones ante la verdad, y simplemente las deja allí 
        para que desaparezcan. La enfermedad no es un accidente. Al igual que toda 
        defensa, es un mecanismo demente de auto-engaño. Y al igual que todos 
        los demás mecanismos, su propósito es ocultar la realidad, atacarla, 
        alterarla, incapacitarla, distorsionarla, tergiversarla y reducirla a un 
        insignificante montón de partes desarmadas. La meta de todas las 
        defensas es impedir que la verdad sea integra. Las partes se ven 
        entonces como si cada una de ellas fuese un todo en sí misma. Las defensas no son involuntarias ni se forjan 
        inconscientemente. Son como varitas mágicas secretas que utilizas cuando 
        la verdad parece amenazar lo que prefieres creer. Parecen ser algo 
        inconsciente debido únicamente a la rapidez con que decides emplearlas. 
        En ese segundo, o fracción de segundo en que decides emplearlas, 
        reconoces exactamente lo que te propones hacer, y luego lo das por 
        hecho. ¿Quién sino tú decide que existe una amenaza, que es 
        necesario escapar, y erige una serie de defensas para contrarrestar la 
        amenaza que ha juzgado real? Todo esto no puede hacerse de manera 
        inconsciente. Mas una vez que lo has hecho, tu plan requiere que te 
        olvides de que fuiste tú quien lo hizo, de manera que parezca ser algo 
        ajeno a tu propia intención; un acontecimiento que no guarda relación 
        alguna con tu estado mental; un desenlace que produce un efecto real en 
        ti, en vez de uno que tú mismo has causado. La rapidez con la que te olvidas del papel que 
        desempeñas en la fabricación de tu "realidad" es lo que hace que las 
        defensas no parezcan estar bajo tu control. Mas puedes recordar lo que 
        has olvidado, si estás dispuesto a reconsiderar la decisión que se 
        encuentra doblemente sellada en el olvido. El hecho de que no te 
        acuerdes no es más que la señal de que esa decisión todavía está en 
        vigor, en cuanto que eso es lo que deseas. No confundas esto con un 
        hecho. Las defensas hacen que los hechos sean irreconocibles. Ese es su 
        propósito, y eso es lo que hacen. Las defensas toman fragmentos de la totalidad, los 
        ensamblan sin tener en cuenta la verdadera relación que existe entre 
        ellos, y, de esta manera, tejen ilusiones de una totalidad que no 
        existe. Este proceso es lo que produce la sensación de amenaza, y no 
        cualquier resultado que pueda derivarse de él. Cuando se arrancan partes 
        de la totalidad y se consideran como algo separado y como un todo en sí 
        mismas, se convierten en símbolos que representan un ataque contra la 
        totalidad y al, en efecto lograrlo, ésta no se puede volver a ver como 
        la totalidad que es. Sin embargo, has olvidado que dichas partes sólo 
        representan tu decisión de lo que debe ser real, a fin de que ocupe el 
        lugar de lo que si es real. La enfermedad es una decisión, No es algo que te 
        suceda sin tú mismo haberlo pedido, y que te debilita y te hace sufrir. 
        Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un 
        instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece 
        dar tumbos y estar a punto de derrumbarse. Ahora enfermas, para que la 
        verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus falsos castillos. ¿Por qué crees que la enfermedad puede escudarte de la 
        verdad? Porque demuestra que el cuerpo no está separado de ti y que, por 
        lo tanto, tú no puedes por menos que estar separado de la verdad. 
        Experimentas dolor cuando el cuerpo lo experimenta, y en ese dolor te 
        vuelves uno con él. De esta manera, tu "verdadera" identidad queda a 
        salvo, y el extraño y perturbador pensamiento de que tal vez seas algo 
        más que un puñado de polvo queda mitigado y silenciado. Pues fíjate, ese 
        polvo puede hacerte sufrir, torcerte las extremidades y pararte el 
        corazón, ordenándote que mueras y dejes de existir. De esta manera, el cuerpo es más fuerte que la verdad, 
        la cual te pide que vivas, pero no puede imponerse a tu decisión de 
        querer morir. Y así, el cuerpo es más poderoso que la vida eterna, el 
        Cielo más frágil que el infierno y los designios de Dios para la 
        salvación de Su Hijo se ven contrarrestados por una decisión que es más 
        fuerte que Su Voluntad. El Hijo no es más que polvo, el Padre no está 
        completo y el caos se sienta triunfante en Su trono. Tal es el plan que has elaborado para tu propia 
        defensa. Y crees que el Cielo se estremece ante ataques tan irracionales 
        como éstos, en los que Dios queda cegado por tus ilusiones, la verdad 
        transformada en mentiras y todo el universo hecho esclavo de las leyes 
        que tus defensas quieren imponerle. Mas ¿quién podría creer en ilusiones 
        salvo el que las inventa? ¿Quién más podría verlas y reaccionar ante 
        ellas como si fuesen la verdad? Dios no sabe nada de tus planes para cambiar Su 
        Voluntad. El universo permanece indiferente a las leyes con las que has 
        creído gobernarlo. Y el Cielo no se ha inclinado ante el infierno, ni la 
        vida ante la muerte. Lo único que puedes hacer es elegir pensar que 
        mueres o que sufres enfermedades, o que de alguna manera tergiversas la 
        verdad. Lo que ha sido creado no guarda relación alguna con eso. Las 
        defensas son planes para derrotar lo que no puede ser atacado. Lo que es 
        inalterable no puede cambiar. Y lo que es absolutamente impecable no 
        puede pecar. Ésta es la simple verdad. No recurre a la fuerza ni al 
        dominio. No exige obediencia, ni intenta demostrar cuán fútiles y 
        lamentables son tus intentos de planear defensas que la pudiesen 
        alterar. La verdad sólo desea brindarte felicidad, pues ése es su 
        propósito. Quizá exhala un pequeño suspiro cuando rechazas sus dones. No 
        obstante, sabe con absoluta certeza que recibirás lo que Dios dispone 
        para ti. Este hecho es lo que demuestra que el tiempo es una 
        ilusión. Pues el tiempo te permite pensar que lo que Dios te ha dado no 
        es verdad ahora mismo, como no puede por menos que serlo. Los 
        Pensamientos de Dios son totalmente ajenos al tiempo. Pues el tiempo no 
        es sino otra absurda defensa que has urdido contra la verdad. Lo que Él 
        dispone, no obstante, esta aquí, y tú sigues siendo tal como Él te creó. El poder de la verdad es muy superior al de cualquier 
        defensa, pues ninguna ilusión puede permanecer allí donde se le ha dado 
        entrada a la verdad. Y ésta alborea en cualquier mente que esté 
        dispuesta a deponer sus armas y a dejar de jugar con necedades. La 
        verdad se puede encontrar en cualquier momento; incluso hoy mismo, si 
        eliges practicar darle la bienvenida. Este es nuestro objetivo hoy. Dedicaremos un cuarto de 
        hora en dos ocasiones a pedirle a la verdad que venga y nos libere. y la 
        verdad vendrá, pues jamás ha estado separada de nosotros. Tan sólo 
        aguarda la invitación que hoy le hacemos. Introducimos dicha invitación 
        con una plegaria de curación para que nos ayude a superar nuestra 
        actitud defensiva y permita que la verdad sea como siempre ha sido: La enfermedad es una defensa contra la verdad. Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi 
        mente sane hoy completamente. La curación destellará a través de tu mente abierta a 
        medida que la paz y la verdad se alcen para ocupar el lugar de la 
        contienda y de las imaginaciones vanas. No quedará ni un solo rincón 
        tenebroso que la enfermedad pueda ocultar y defender contra la luz de la 
        verdad. No quedarán en tu mente figuras sombrías procedentes de tus 
        sueños ni sus absurdos y obscuros anhelos, cuyos propósitos dobles se 
        persiguen descabelladamente. La mente sanará de todo deseo enfermizo que 
        jamás haya tratado que el cuerpo obedeciera. Ahora el cuerpo está sano porque la fuente de la 
        enfermedad está dispuesta a recibir alivio. Y reconocerás que 
        practicaste bien por lo siguiente: el cuerpo no sentirá nada en 
        absoluto. Si has tenido éxito, no habrá sensación alguna de enfermedad o 
        de bienestar, de dolor o de placer. La mente no responderá en absoluto a 
        lo que el cuerpo haga, Lo único que se conserva es su utilidad y nada 
        más. Tal vez no te des cuenta de que esto elimina los 
        limites que le habías impuesto al cuerpo como resultado de los 
        propósitos que le habías adjudicado. A medida que éstos se dejan a un 
        lado, el cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier 
        propósito que sea verdaderamente útil. La salud del cuerpo queda 
        plenamente garantizada porque ya no se ve limitado por el tiempo, por el 
        clima o la fatiga, por lo que come o bebe, ni por ninguna de las leyes a 
        que antes lo sometías. No tienes que hacer nada para que esté bien, pues 
        la enfermedad es ahora imposible. Mas para conservar esta protección es preciso que te 
        mantengas extremadamente alerta. Si permites que tu mente abrigue 
        pensamientos de ataque, juzgue o trace planes para contrarrestar cosas 
        que tal vez puedan pasar en el futuro, te habrás vuelto a extraviar, y 
        habrás forjado una identidad corporal que atacará al cuerpo, pues en ese 
        caso la mente estará enferma. De ocurrir esto, remédialo de inmediato, no 
        permitiendo que tu actitud defensiva te siga haciendo daño. No te 
        confundas con respecto a lo que necesita sanar, sino que di para tus 
        adentros: He olvidado lo que realmente soy, pues me confundía mi 
        mismo con mi cuerpo. La enfermedad es una defensa contra la verdad. Mas yo no soy un cuerpo. y Mi mente es incapaz de atacar. por lo tanto, no puedo estar enfermo     
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